Ejemplos de microrrelatos
Los microrrelatos, también conocidos como cuentos breves o flash ficción, son historias muy cortas que narran una situación, un suceso o una idea en pocas palabras. El objetivo de un microrrelato es captar la atención del lector, transmitir una emoción y lograr un impacto en un espacio muy limitado.
- Un ejemplo de un microrrelato famoso llamado «El dinosaurio» del escritor guatemalteco Augusto Monterroso:
«Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.»
En este microrrelato, el autor logra evocar la sorpresa y la intriga en tan solo ocho palabras. Nos hace imaginar qué ha sucedido antes y qué sucederá después de ese momento.
Al escribir microrelatos cada palabra cuenta. Debido a su brevedad, es fundamental escoger las palabras adecuadas para transmitir la idea de manera efectiva y crear una atmósfera envolvente en un espacio tan reducido. Además, es esencial tener un enfoque claro y preciso de la historia que deseamos contar y el mensaje que queremos transmitir.
Ejemplos de microrrelatos explicados
- «Casa tomada» de Julio Cortázar (adaptado):
«De repente, escucharon ruidos extraños en la casa. Decidieron irse antes de que los invasores los encontraran.»
En este microrrelato, se crea una atmósfera de tensión y misterio en tan solo dos frases, dejando al lector intrigado sobre la identidad de los invasores y lo que podría haber pasado.
- «El encuentro» (autor desconocido):
«Abrió la puerta y allí estaba, cara a cara con su yo del pasado. ¿Qué consejo le daría?»
Este microrrelato invita al lector a reflexionar sobre la vida, las decisiones tomadas y qué podría cambiar si tuviera la oportunidad de encontrarse con su yo más joven.
- «El último abrazo» (autor desconocido):
«El mundo se desmoronaba a su alrededor. Se abrazaron, sabiendo que era la última vez.»
En este ejemplo, el autor logra transmitir una emoción intensa en pocas palabras, permitiendo al lector imaginar el contexto y las circunstancias que rodean a los personajes en este momento final.
Ejemplos de microrrelatos famosos
Hablaba y hablaba, de Max Aub
“Hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba. Y venga a hablar. Yo soy una mujer de mi casa. Pero aquella criada gorda no hacía más que hablar, y hablar, y hablar. Estuviera yo donde estuviera, venía y empezaba a hablar. Hablaba de todo y de cualquier cosa, lo mismo le daba. ¿Despedirla por eso? Hubiera tenido que pagarle sus tres meses. Además, hubiese sido muy capaz de echarme mal de ojo. Hasta en el baño: que si esto, que si aquello, que sí lo de más allá. Le metí la toalla en la boca para que se callara. No murió de eso, sino de no hablar: se le reventaron las palabras por dentro.” (Hablaba y hablaba, de Max Aub)
La verdad sobre Sancho Panza, de Franz Kafka
“Sancho panza que, por todo lo demás nunca se jactó de ello, logró, con el correr de los años, mediante la composición de una cantidad de novelas de caballería y de bandoleros en horas del amanecer y de la noche, apartar a tal punto de sí a su demonio, al que luego le dio el nombre de Don Quijote, que éste se lanzó irrefrenablemente a las más locas aventuras, las cuales empero por falta de un objeto predeterminado, y que, precisamente, hubiese debido ser Sancho Panza, no hicieron daño a nadie.
Sancho Panza, hombre libre, siguió impasible, quizás en razón de un cierto sentido de la responsabilidad, a Don Quijote en sus andanzas, alcanzando con ello un grande y util esparcimiento hasta su fin.” (La verdad sobre Sancho Panza, de Franz Kafka)
Las gafas, de Matías García Megías
“Tengo gafas para ver verdades. Como no tengo costumbre, no las uso nunca.
Solo una vez…
Mi mujer dormía a mi lado.
Puestas las gafas, la miré.
La calavera del esqueleto que yacía debajo de las sabanas roncaba a mi lado, junto a mi.
El hueso redondo sobre la almohada tenía los cabellos de mi mujer, con los rulos de mi mujer.
Los dientes descarnados que mordían el aire a cada ronquido, tenían la prótesis de platino de mi mujer.
Acaricié los cabellos y palpé el hueso procurando no entrar en las cuencas de los ojos: no cabía duda, aquello era mi mujer.
Dejé las gafas, me levanté, y estuve paseando hasta que el sueño me rindió y me volví a la cama.
Desde entonces, pienso mucho en las cosas de la vida y de la muerte.
Amo a mi mujer, pero si fuera más joven me metería a monje.” (Las gafas, de Matías García Megías)
La manzana, de Ana Maria Shua
“La flecha disparada por la ballesta precisa de Guillermo Tell parte en dos la manzana que está apunto de caer sobre la cabeza de Newton. Eva toma una mitad y le ofrece la otra a su consorte para regocijo de la serpiente. Es así como nunca llega a formularse la ley de la gravedad.” (La manzana, de Ana Maria Shua)
Un sueño, de Jorge Luis Borges
“En un desierto, lugar de Irán, hay una no muy alta torre de piedra, sin puerta ni ventana. En la única habitación (cuyo piso es de tierra y que tiene la forma de círculo) hay una mesa de madera y un banco. En esa celda circular, un hombre que se parece a mi escribe, en caracteres que no comprendo, un largo poema sobre un hombre que en otra celda circular escribe un poema sobre un hombre que en otra celda circular…El proceso no tiene fin y nadie podrá leer lo que los prisioneros escriben.” (Un sueño, de Jorge Luis Borges)
Amor 77, de Julio Cortázar
“Y después de hacer todo lo que hacen, se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman, se visten y así, progresivamente, van volviendo a ser lo que no son.” (Amor 77, de Julio Cortázar)
La oveja negra, de Augusto Monterroso
“En un lejano país existió hace muchos años una Oveja negra. Fue fusilada. Un siglo después, el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque. Así, en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse también en la escultura.” (La oveja negra, de Augusto Monterroso)
El pozo, de Luis Mateo Díez
“Mi hermano Alberto cayó al pozo cuando tenía cinco años. Fue una de esas tragedias familiares que sólo alivian el tiempo y la circunstancia de la familia numerosa. Veinte años después mi hermano Eloy sacaba agua un día de aquel pozo al que nadie jamás había vuelto a asomarse. En el caldero descubrió una pequeña botella con un papel en el interior. «Este es un mundo como otro cualquiera», decía el mensaje.” (El pozo, de Luis Mateo Díez)
El Emperador de China, por Marco DeNevi
“Cuando el emperador Wu Ti murió en su vasto lecho, en lo más profundo del palacio imperial, nadie se dio cuenta. Todos estaban demasiado ocupados en obedecer sus órdenes. El único que lo supo fue Wang Mang, el primer ministro, hombre ambicioso que aspiraba al trono. No dijo nada y ocultó el cadáver.
Transcurrió un año de increíble prosperidad para el imperio. Hasta que, por fin, Wang Mang mostró al pueblo el esqueleto pelado, del difunto emperador. ¿Veis? -dijo – Durante un año un muerto se sentó en el trono. Y quien realmente gobernó fui yo. Merezco ser el emperador.
El pueblo, complacido, lo sentó en el trono y luego lo mató, para que fuese tan perfecto como su predecesor y la prosperidad del imperio continuase.” (El Emperador de China, por Marco DeNevi)
Padre nuestro que estás en el cielo, de José Leandro Urbina
“Mientras el sargento interroga a su madre y su hermana, el capitán se llevó al niño, de una mano, a la otra pieza…
– ¿Dónde está tu padre? – preguntó
– Está en el cielo – susurró él.
– ¿Cómo? ¿Ha muerto? – preguntó asombrado el capitán.
– No – dijo el niño -. Todas las noches baja del cielo a comer con nosotros. El capitán alzó la vista y descubrió la puertecilla que daba al entretecho.” (Padre nuestro que estás en el cielo, de José Leandro Urbina)
Ejemplos de microrrelatos de terror
1. La mano, de Ramón Gómez de la Serna
“El doctor Alejo murió asesinado. Indudablemente murió estrangulado. Nadie había entrado en la casa, indudablemente nadie, y aunque el doctor dormía con el balcón abierto, por higiene, era tan alto su piso que no era de suponer que por allí hubiese entrado el asesino.
La policía no encontraba la pista de aquel crimen, y ya iba a abandonar el asunto, cuando la esposa y la criada del muerto acudieron despavoridas a la Jefatura. Saltando de lo alto de un armario había caído sobre la mesa, las había mirado, las había visto, y después había huido por la habitación, una mano solitaria y viva como una araña. Allí la habían dejado encerrada con llave en el cuarto.
Llena de terror, acudió la policía y el juez. Era su deber. Trabajo les costó cazar la mano, pero la cazaron y todos le agarraron un dedo, porque era vigorosa corno si en ella radicase junta toda la fuerza de un hombre fuerte.
¿Qué hacer con ella? ¿Qué luz iba a arrojar sobre el suceso? ¿Cómo sentenciarla? ¿De quién era aquella mano? Después de una larga pausa, al juez se le ocurrió darle la pluma para que declarase por escrito. La mano entonces escribió: «Soy la mano de Ramiro Ruiz, asesinado vilmente por el doctor en el hospital y destrozado con ensañamiento en la sala de disección. He hecho justicia».” (La mano, de Ramón Gómez de la Serna)
2. La crisálida, por Andreas
“Una negligencia de Lara propició la muerte de su hijo. Se deshizo de todo lo que se lo recordara menos, sin saber por qué, del compañero de juegos de Mario, un gato pardo de ojos casi humanos que nunca se separaba de él. Así pasó el tiempo, Lara recobró la cotidianidad de su vida y apenas se fijaba en las idas y venidas del felino que, por otra parte, la observaba desde las sombras.
Lara tejía cada tarde. Dicha labor la evadía de dolorosos recuerdos. El animal, siempre al acecho, siempre vigilante, observaba fascinado los gruesos ovillos de colores; luego la miraba a ella con sus ojos casi humanos. Esa tarde hacía calor, Lara dejó la labor y se abandonó al sueño.
Cuando el marido entró en el domicilio receló del silencio reinante y, cuando se asomó a la habitación, quedó paralizado de terror: una gigantesca crisálida de colores presidía la estancia…
El gato desde un rincón contempla la escena satisfecho, con sus ojos casi humanos…” (La crisálida, por Andreas)
3. Desconcierto en 00:81, por Simón Bleu
“Daniel Martínez tiene cuarenta años y un bote de nocilla. Por las mañanas desayuna mientras observa a los gorriones cruzar el cielo. Gorriones al revés.
A las 18:00 la oscuridad se enciende en las bombillas del apartamento. Hace otoño, hay invierno. Unas hormigas se cuelan por su pantalón (es lunes) y le hacen cosquillas en los tobillos (estudio del diminutivo). Entonces, empieza.
Golpes a las paredes, a los relojes, estallan las copas. Quieto, estate quieto. Ahí, a cientos de años luz del lado del espejo, las cosas toman su propia forma a partir de las 18:00. Hasta la mañana siguiente. Hay peces que nadan en la alfombra. Una risa. Oscuridad. Daniel Martínez cierra los ojos a esas horas interminables que rozan sus párpados. Algo le ha tocado el pie. Un Mordisco, un grito, un silencio. Una sartén cae en la cocina. Unos pasos. Unos peces. Angustia de no encontrar… ¿dónde está el interruptor?
Oye como alguien sirve su vino, se abren grifos, resbalan uñas por la pared. No ve nada. Desconsolado, espera a la mañana siguiente. Voces, platos rotos.
En el lado izquierdo del espejo, Daniel Martinez apaga las luces a las 18:00, y se va a trabajar.” (Desconcierto en 00:81, por Simón Bleu)
4. El disfraz perfecto, por Psitacosis
“- ¡Con diez cañones por banda…!
– ¡Ponte el disfraz de una vez, que vamos a llegar tarde!
– Ya casi estoy, mira. Sólo me falta el parche.
El niño se marchó a su cuarto. Se miró con atención en el espejo, se puso el parche, y comenzó a sentirse incómodo, de manera que terminó porquitárselo. Se miró el ojo derecho con detalle, primero lejos del espejo y luego tan cerca que no lo distinguía. Notó que le faltaba algo importante. Sonaron sus pasos apresurados por la tarima.
Acercó la mano al bote del escritorio: unas tijeras, un punzón, una grapadora, lápices de puntas afiladas… Su madre gritó:
-¿Quieres darte prisa de una vez?
Eligió el punzón apresuradamente y lo clavó con tanta fuerza y decisión como le fue posible. Un grito ahogado. Silencio. La mujer subió y lo encontró sentado frente al espejo, con el punzón en la mano y el parche en el ojo. Había sangre por todo el escritorio.
– ¡Dios santo! ¿Pero qué has hecho?
– El loro no se quedaba quieto en mi hombro.” (El disfraz perfecto, por Psitacosis)
5. Miedo, por Hogdson
“Pensé que, tras pasar interminables años recorriendo estos pasillos, sabía todo lo que hay que saber de mi oficio. Me equivoqué. Creí que no existía ni un solo rincón que no hubiera explorado una y mil veces; que no habría nada que escapase a mi control. Y por ello, me sentía amo y señor de todo lo que hubiese entre estas paredes. De hecho, la oscuridad era mía, la perpetua soledad… incluso el aire viciado y la humedad de catacumba eran mías también.
El frío era frío no porque se filtraba por la grieta, sino aquello que dejaba la gélida estela de mis pasos. Y es que los fantasmas somos de condición huraña, y terriblemente celosos de nuestra causa y secreto encierro.
Pero ahora, siento que estos sótanos de silencio ya no me pertenecen del todo. Un silencio sólo roto por el sempiterno repiqueteo del agua que se escurre… pero que ahora, cada cierto tiempo, me regresa el eco de otros pasos furtivos. Quién es, dónde, y cómo vino, no puedo saberlo ni comprenderlo. Porque lo creo imposible. Y aunque no pueda ser, me hace sentir cosas que obviamente ya había olvidado. ¿Acaso esto es miedo?” (Miedo, por Hogdson)
6. Una exposición arriesgada, por Judas Krae
“El museo anunció la próxima apertura de una exposición arriesgada. Traiga sus propios monstruos, rezaban las invitaciones que recibieron en sus buzones los habitantes de la ciudad. Al principio venció el desconcierto, la reserva y el escepticismo. Pero a medida que el día del estreno se aproximaba, fueron llegando, con cuentagotas, los hijos de los pederastas, las mujeres maltratadas, los hermanos de los caníbales,las madres de los parricidas.
Uno a uno, tocan con sus nudillos fríos la puerta trasera del museo, susurrando con voz queda y trémula,para deshacerse de sus monstruos y sus martirios.
Tal fue el éxito de la iniciativa, que al abrir sus puertas (el museo) a tan descabellada exposición, la ciudad entera suspiró y por fin pudo dormir tranquila.
Más, el alivio duró poco. Tras el primer día, los habitantes de la ciudad, tuvieron que lidiar con la más terrible de las pesadillas, que les acosaba todas las noches, cuando el silencio, por fin, dominaba las calles.
Pues Morfeo había decidido acosarlos con el sueño de un museo que cerraba sus puertas a una exposición arriesgada, viéndose en la tesitura de regresar a sus dueños todo el material cedido para la misma.” (Una exposición arriesgada, por Judas Krae)
7. Aniquilación, por Carlos Chacón Ramiro
“¿Es posible horrorizarse ante la aparición de la madre muerta?
Aquella tarde, fusionada con el gentío en plena Gran Vía madrileña, ella avanzaba de espaldas, entre la gente. Estatura infantil, con un extraño camisón blanco. De improviso giró bruscamente y observé su rostro infecto, inyectado con una maldad sobrenatural. Me miraba fijamente, sería. Caí al suelo de la impresión, como un fardo.
En la clínicame informaron de un súbito desvanecimiento atribuido a una bajada de tensión.
Han pasado tres meses. Yo siempre amé a mi madre. Era el paradigma de la bondad.
Es en una tarde espléndida, calurosa y radiante de luz. En el jardín de mi casa campestre aparece bruscamente tras el tronco de un árbol. Su cara es odiosa, su mirada inexplicable,más allá del mal. No sonríe.
Soy incapaz de expresar lo horrible de la imagen. Sus ojos me transmiten una sensación de perdición,desesperanza, aniquilamiento total. Me informan que voy a morir y su perversidad estará eternamente, sí, eternamente destruyéndose sin final. Para siempre, sin escape…” (Aniquilación, por Carlos Chacón Ramiro)
8. El Monstruo, por Emil Sinclair
“No te preocupes, mi niño, mamá está contigo, nada va a pasarte.
No pongas esa cara mi vida, ya te he contado todos los cuentos que sabíamos, ahora hay que dormir cariño, así bien tapadito. No, tu osito Charlie está roto y sucio, acuérdate. Sí, no me olvido del beso en la frente, sí, Esteban, he mirado debajo de la cama y en el armario y no he encontrado ningún monstruo,ya te he dicho muchas veces que los monstruos no existen, sólo que a menudo se tienen pesadillas y crees que lo que has visto y hecho es real mi pequeñín.
Ahora duerme, sí, mamá vigilará, buenas noches, querido, pero no llores, mi cielo. Por favor, sabes que oírte llorar me hace daño. Cálmate, ángel mío, no te revuelvas tan fuerte, te vas a acabar hiriendo. Sabes que esta noche tiene que ser así, mi vida. Si duermes tranquilo, mañana aflojaré las cinchas de tus muñecas y soltaré tus piernas, pero sólo si eres bueno te dejaré comer carne.
Logré relatar todo esto en la grabadora de mi IPod. Se me nubla la vista. No puedo narrar el horror que contemplo…” (El Monstruo, por Emil Sinclair)
Ejemplos de microrrelatos cortos
1. El dinosaurio, de Augusto Monterroso
“Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.” (El dinosaurio, de Augusto Monterroso)
2. Calidad y Cantidad, de Alejandro Jodorowsky
“No se enamoró de ella, sino de su sombra. La iba a visitar al alba, cuando su amada era más larga.” (Calidad y Cantidad, de Alejandro Jodorowsky)
3. La carta, de Luis Mateo Díez
“Todas las mañanas llego a la oficina, me siento, enciendo la lámpara, abro el portafolio y, antes de comenzar la tarea diaria, escribo una línea en la larga carta donde, desde hace catorce años, explico minuciosamente las razones de mi suicidio.” (La carta, de Luis Mateo Díez)
4. Toque de queda, de Omar Lara
“—Quédate, le dije.
Y la toqué.” (Toque de queda, de Omar Lara)
5. Cubo y pala, de Carmela Greciet
“Con los soles de finales de marzo mamá se animó a bajar de los altillos las maletas con ropa de verano. Sacó camisetas, gorras, shorts, sandalias…, y aferrado a su cubo y su pala, también sacó a mi hermano pequeño, Jaime, que se nos había olvidado.
Llovió todo abril y todo mayo.” (Cubo y pala, de Carmela Greciet)
6. Fantasma, de Patricia Esteban Erlés
“El hombre que amé se ha convertido en fantasma. Me gusta ponerle mucho suavizante, plancharlo al vapor y usarlo como sábana bajera las noches que tengo una cita prometedora.” (Fantasma, de Patricia Esteban Erlés)
7. Carta del enamorado, de Juan José Millás
“Hay novelas que aun sin ser largas no logran comenzar de verdad hasta la página 50 o la 60. A algunas vidas les sucede lo mismo. Por eso no me he matado antes, señor juez.” (Carta del enamorado, de Juan José Millás)
8. Amenazas, de William Ospina
“-Te devoraré -dijo la pantera.
-Peor para ti -dijo la espada.” (Amenazas, de William Ospina)
9. Este tipo es una mina, de Luisa Valenzuela
“No sabemos si fue a causa de su corazón de oro, de su salud de hierro, de su temple de acero o de sus cabellos de plata. El hecho es que finalmente lo expropió el gobierno y lo está explotando. Como a todos nosotros.” (Este tipo es una mina, de Luisa Valenzuela)
10. El hombre Invisible, de Gabriel Jimenez Eman
“Aquel hombre era invisible, pero nadie se percató de ello.” (Sin título, de Gabriel Jimenez Eman)
Ejemplos de Cómo hacer un microrrelato
Si los ejemplos de microrrelatos famosos que viste anteriormente te llenaron de inspiración, puedes empezar a escribir tu propio microrrelato. No te preocupes, solo necesitarás ideas y seguir los siguientes parámetros:
- Tendrá que tener un límite de palabras entre 5 y 250 palabras. Algunos microrrelatos pasan de este límite, pero son muy pocos casos.
- Debes ser concreto y preciso.
- Debe tener un punto clave o clímax que le dé un giro a la historia o enganche al lector.
- El título debe estar muy ligado al contenido, preferiblemente ser complementario del mismo.
- Puedes jugar con signos de puntuación para dar más suspenso. Por ejemplo: el uso de puntos suspensivos para generar un silencio, pausa o suspenso.
Teniendo en cuenta estos puntos claves y los ejemplos de microrrelatos, será suficiente para que empieces a escribir tus ideas. Solo debes tener recordar que las técnicas de escritura se aprenden con la experiencia, practicando una y otra vez. ¡No te rindas! Todos tenemos buenas ideas.